La hoja en blanco
Sandra Becerril
La hoja en blanco. El temido papel sin nada escrito en él. Mirándome, aguardando un derroche de imaginación que llene su espacio con pequeñas letrillas negras. La nada reflejada en un simple trozo de papel tamaño 8x10 pulgadas. La oportunidad de manifestar en él mis fantasías, mis mundos, mis personajes, mi frustración, mi amor… La encrucijada de la primera palabra, del primer párrafo que ha de formar una historia.La página me ve sin parpadear. Me observa fijamente, no pierde detalle de mi confusión de ideas, ni siquiera pestañea ante la grandiosa posibilidad de formar parte de la historia o del bote de basura. No se mueve, esta quieta, atenta, simpática incluso. Yo la veo también. La hoja en blanco impone más que yo (eso es humillante). Una simple hojita que guarda enormes posibilidades en ella. Un suspiro que me acompaña a través de la ventana me indica que talvez, por esta ocasión se trate de un poema “un poema no es original” piensa la hoja desdichada. Estoy de acuerdo con ella, talvez no un poema. El silencio proveniente de la calle en este pleno amanecer en conjunto con el grito de una mujer al fondo del callejón dice que tal vez, esta vez, sea una novela − ¿De suspenso? ¿En serio? ¡Sé más creativo!− me exige.Me esforzaré más. ¡Lo tengo! Miro en el techo mi póster de El señor de los anillos y me imagino un mundo, sí, un mundo mágico y fantástico con extraños seres y tierras extraordinarias: un cuento.− ¡No por favor! ¿Cuántas veces lo has intentado? Sólo serías una mala copia de ese libro que admiras −me reprime y agrega −no seas mediocreTiene toda la razón. ¿Un ensayo? Probablemente. Protesta también y hasta tiene el descaro de recomendarme que escriba un guión: − ¡Eso es! un guión cinematográfico de Hollywood que venda mucho…Ni poema, ni novela, ni cuento, ni ensayo. Esta hoja me exige demasiado. Es muy ambiciosa para ser de un papel tan corriente. No me gusta que me vea así. Lo sigue haciendo ¡La desgraciada se cree superior! Es molesta, me revuelve el estómago con su frágil textura. −Bien, así que no te gusta lo que escribo ¿Verdad? Y tú que me engañaste con tu risita hipócrita −le pregunto desafiándola y sacudiéndola −muy bien, espero que esto si te guste.
Entonces la tomo y la arrugo con odio entre mis pálidas manos aventándola por la ventana, lejos, tan lejos que cae en un charco de lodo después de ser apachurrada por las llantas de un automóvil. Saco otra hoja en blanco del paquete y la aplasto contra la ventana para que vea de lo que soy capaz. Una vez que el papel tiembla de miedo en mis manos, comienzo a escribir…
La hoja en blanco. El temido papel sin nada escrito en él. Mirándome, aguardando un derroche de imaginación que llene su espacio con pequeñas letrillas negras. La nada reflejada en un simple trozo de papel tamaño 8x10 pulgadas. La oportunidad de manifestar en él mis fantasías, mis mundos, mis personajes, mi frustración, mi amor… La encrucijada de la primera palabra, del primer párrafo que ha de formar una historia.La página me ve sin parpadear. Me observa fijamente, no pierde detalle de mi confusión de ideas, ni siquiera pestañea ante la grandiosa posibilidad de formar parte de la historia o del bote de basura. No se mueve, esta quieta, atenta, simpática incluso. Yo la veo también. La hoja en blanco impone más que yo (eso es humillante). Una simple hojita que guarda enormes posibilidades en ella. Un suspiro que me acompaña a través de la ventana me indica que talvez, por esta ocasión se trate de un poema “un poema no es original” piensa la hoja desdichada. Estoy de acuerdo con ella, talvez no un poema. El silencio proveniente de la calle en este pleno amanecer en conjunto con el grito de una mujer al fondo del callejón dice que tal vez, esta vez, sea una novela − ¿De suspenso? ¿En serio? ¡Sé más creativo!− me exige.Me esforzaré más. ¡Lo tengo! Miro en el techo mi póster de El señor de los anillos y me imagino un mundo, sí, un mundo mágico y fantástico con extraños seres y tierras extraordinarias: un cuento.− ¡No por favor! ¿Cuántas veces lo has intentado? Sólo serías una mala copia de ese libro que admiras −me reprime y agrega −no seas mediocreTiene toda la razón. ¿Un ensayo? Probablemente. Protesta también y hasta tiene el descaro de recomendarme que escriba un guión: − ¡Eso es! un guión cinematográfico de Hollywood que venda mucho…Ni poema, ni novela, ni cuento, ni ensayo. Esta hoja me exige demasiado. Es muy ambiciosa para ser de un papel tan corriente. No me gusta que me vea así. Lo sigue haciendo ¡La desgraciada se cree superior! Es molesta, me revuelve el estómago con su frágil textura. −Bien, así que no te gusta lo que escribo ¿Verdad? Y tú que me engañaste con tu risita hipócrita −le pregunto desafiándola y sacudiéndola −muy bien, espero que esto si te guste.
Entonces la tomo y la arrugo con odio entre mis pálidas manos aventándola por la ventana, lejos, tan lejos que cae en un charco de lodo después de ser apachurrada por las llantas de un automóvil. Saco otra hoja en blanco del paquete y la aplasto contra la ventana para que vea de lo que soy capaz. Una vez que el papel tiembla de miedo en mis manos, comienzo a escribir…
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